Por el Tiempo
 
     
 
 
 
 

ELS VENTS
DEL TEMPS

Up the Line
(1969)

Robert Silverberg

Editorial:
Editorial Chronos
(2020)


Colección:
Tràntor

Núm:
02

Páginas:
326

Traductora:
Maria Rosich

Otras ediciones:

ESPAÑOL:
1990 Miraguano. Futurópolis, 23

 
     
Por el tiempo

Me he esperado un tiempo prudencial desde que leí mi último Silverberg —La torre de cristal— para atacar esta novela a la que le tenía muchas ganas. Quería dejar un pequeño espacio, unas semanas entre las lecturas que no me influyera en mi valoración. Visto el breve —pero espectacular— recorrido de la nueva editorial Chronos estaba seguro de que acertarían con la propuesta; además, Robert Silverberg es uno de los autores que más ha influido en mi forma de ver la ciencia ficción, uno de los grandes, y uno de mis favoritos. Pero aún había dos características más que me llamaban la atención: El hecho de que el autor hubiera escrito la novela al principio de su efervescencia como autor de culto —ya he comentado muchas veces que estos cinco o seis años entre 1968 y 1972 son la época más explosiva de Silverberg— pero también que por primera vez leería una novela de viajes en el tiempo (uno de mis sub-géneros preferidos) de la mano del maestro.

En las décadas de los cincuenta y sesenta hay un montón de novelas de viajes en el tiempo. Desde aproximaciones con mensaje crítico como Matadero 5 de Kurt Vonnegut, el sentido de la maravilla que despliega Asimov con El fin de la eternidad o las aventuras desenfadadas de Heinlein con Puerta al verano. Es, precisamente, en este último ejemplo que quisiera fijar también la novela de Robert Silverberg: Els vents del temps (Por el Tiempo en castellano). No por ninguna semejanza argumental sino por la fuerza, la energía que desprenden ambas y por la fijación que tienen con las paradojas temporales.

El año 2059 la sociedad terrestre es un poco diferente a la actual ... pero tampoco ha cambiado demasiado (quizás más que en 1969 cuando fue publicada la novela). Han variado algunos aspectos, claro: Es un futuro sin alcohol pero con esnifaderas en cada esquina para drogarse a gusto. Existe el pago por huella dactilar y la posibilidad de realizar cambios genéticos a la carta con tus descendientes lo que evidencia el carácter visionario de Silverberg. Observad este fragmento:

Nos impactó profundamente la fealdad de la gente línea arriba. Sabíamos que aquí no había genetistas ni microcirugía cosmética y que si alguien hubiera hablado de genética estética en 1935, habría sido considerado parte de una conspiración fascista o comunista contra los derechos a los hombres a tener niños feos; pero a pesar de todo, no podíamos evitar sorprendernos y consternarnos ante la profusión de orejas desiguales, marcas de viruela, dentaduras torceduras y narices enormes que exhibían estas personas no programadas ni editadas.

Pero donde quizás la sociedad ha experimentado una evolución, una transformación más inesperada, es en la libertad sexual. Paremos máquinas un momento: Recordemos que Silverberg escribe la novela en plena revolución hippy y el sexo se toma como una forma más de protestar en esta contracultura sesentera. En Els vents del temps las relaciones sexuales son completamente desinhibidas, valoran el mestizaje, la libertad individual e incluso en algún momento se acercan peligrosamente a la pedofilia. No es la primera vez que detecto este talante tan marcadamente sexual en una obra de Robert Silvererg. Por ejemplo, en el excelente cuento "En grupo" (que podéis encontrar en la revista Gigamesh 43), el autor explora la sexualidad desde perspectivas muy diferentes. Todo este preámbulo el comento para contextualizar un poco una obra que si bien los viajes en el tiempo son su plato fuerte, también ofrece pinceladas sublimes de especulación científica tanto desde la vertiente tecnológico como del sociológico.

Volvamos a la novela: Si algo no ha cambiado demasiado con este futuro del 2059 que nos propone el autor es el tsunami desbocado que es el turismo. Y aquí radica el punto de partida de la obra: Los viajes en el tiempo son una realidad y existen numerosas empresas turísticas que te proporcionan la posibilidad de viajar a puntos concretos de la historia en tours guiados para contemplar acontecimientos clave (y también de más prosaicos) con un simple aparato que te permite desplazarte por el tiempo (no por el espacio) hasta el lugar deseado. ¡Pero hay que tener muy en cuenta las posibles paradojas temporales! Para evitar que la historia cambie accidentalmente —o intencionadamente— también existe una patrulla temporal que vela por que esto no ocurra nunca. Una idea que podemos encontrar en otras obras como La patrulla del tiempo que nos ofrecía Poul Anderson unos años antes.

¡Sí señor! Robert Silverberg nos pone la miel en los labios, nos anima a viajar a través del tiempo y además se preocupa de perfilar también otra agencia que se encarga de arreglar cualquier desviación de la historia. ¿Qué podría salir mal? Esto mismo se pregunta nuestro protagonista, Judson D. Elliot, un chico cansado de su vida anodina en un despacho que se aventura a formarse como guía temporal especializado en la ciudad de Bizancio... o Constantinopla... o Estambul (dependiendo del año en que se encuentre, claro). Su pasión por la ciudad —que se evidencia también en el autor a través de otras obras— le empujará a viajar, primero como aprendiz y más tarde como guía de aburridos turistas que sólo desean ver sangre y destrucción. Aprenderá que existen varios tipos de paradojas como por ejemplo la paradoja de la acumulación (donde descubrirá varios Juds el mismo lugar y momento mostrando los mismos edificios históricos a diferentes turistas temporales), o paradojas de discontinuidad donde quizás se pondrá a hablar con colegas que aún no lo conocen aunque en el futuro son amigos...

Silverberg no sólo realiza un trabajo detalladísimo de cómo y porque se pueden producir estas paradojas, sino que fuerza la máquina hasta límites increíbles porque nos enganchemos a una de las mejores historias de viajes en los tiempos que recuerdo (estructuralmente). El autor aporta una narración en primera persona fascinante, con diálogos llenos de fuerza marca de la casa y con una energía que se desborda por la novela en pocas páginas. Además, la extensa documentación sobre la ciudad de Bizancio / Constantinopla es aterradora: detallista y llena de vida, sea del período que sea.

Pero como comentaba antes, el sexo es un tema que atrae a Silverberg y en esta novela se suelta como un pícaro. Uno de los compañeros de Judd es Metaxas, un veteranísimo guía que hace y deshace a su gusto sin nunca alterar la historia pero sí aprovechándose de ella. Una de sus obsesiones es irse a la cama con antepasadas suyas y este talante es bastante bien acogido por otros colegas de profesión. Judd descubrirá que posee antepasados ​​en la ciudad y lo que comienza como una tímida atención a su árbol genealógico desembocará con pasión desenfrenada por una particular multitatarabuela suya: Pulqueria Ducas.

También es cierto que Silverberg se recrea en los conocimientos que posee de Bizancio y que la fascinación inicial en algún momento se ve amortiguada por un ritmo que se acomoda a recrear escenas del pasado mientras sutilmente nos proporciona información sobre los problemas de viajar en el tiempo. De hecho, el lector espera durante todo el libro la gran paradoja, la desviación, el conflicto que estimule la trama. Y éste llega, naturalmente, quizás un poco demasiado lejos en la novela pero logra con creces las expectativas creadas.

¿Qué podemos esperar de esta novela, pues? Una aventura a través del tiempo centrada en los diferentes períodos de una de las ciudades más fascinantes del mundo, narrada de forma dinámica y desenvuelta, con aportaciones originales de un autor en estado de gracia. Los capítulos cortos y la predisposición de esperar lo inevitable de cualquier novela de viajes en el tiempo la hace muy entretenida aunque en algún momento baje el ritmo y la hace especialmente recomendada para aquellos que buscan grietas en las tramas temporales para tratar de cazar al autor. No lo conseguirá, Silverberg es un gato viejo y se las piensa todas.

He disfrutado mucho, especialmente en los capítulos iniciales y los finales con esta alocada aventura de historia, sexo, pasión y paradojas a través de la veneración a una ciudad que fue centro del mundo y punto de encuentro entre oriente y occidente (y que aún ahora cumple bastante esta función).

Leer a Robert Silverberg es siempre un placer. Poder hacerlo en catalán aún más. Esta es la tercera vez que se traduce su obra después de El hombre en el laberinto y La porta dels móns. Ojalá la editorial Chronos apueste por rescatar más novelas de uno de los últimos maestros que nos quedan de la new wave de la ciencia ficción.

Eloi Puig
16/12/2020

 

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