| Hace muchos años que  la mente de Jordi de Manuel va perfilando a través de cuentos y novelas este  proyecto suyo que es el Cometavers,  un conjunto de tramas que giran en torno al efecto de la llegada de un cometa a  la Tierra y del fin del mundo. Y de cómo la humanidad busca maneras de  sobrevivir... donde sea.
 Una parte importante de las obras de ciencia ficción de  Jordi de Manuel se sitúan, pues, dentro de esta gran estructura que es el Cometavers, pero quizá hasta ahora solo  habíamos leído algunas ramas de las consecuencias de ese fatídico suceso  astronómico. Solo con el cuento «Kraa»,  que se ubica antes del impacto, nos hacíamos una mínima idea de cómo se estaban  desarrollando los hechos en la Tierra. Ahora tenéis la oportunidad de ir al  origen de todo, pues Quan la Terra es pon —un título magnífico, por cierto— es una novela que nos acercará a los años  previos al impacto.
 
 Esta es, entonces, una crónica de una catástrofe  anunciada, vivida a través de los ojos de una científica asesina, Lara Tur.  Menudo blurb que me he marcado sin  querer, ¿verdad? Pero una catástrofe planetaria que no deja de ser un escenario  de fondo, algo que ocurre de forma lenta e inexorable, mientras la protagonista  de buena parte de la novela busca la redención de sus pecados ayudando a  construir un mundo nuevo. Una de las posibilidades para salvar la civilización  humana es enviar a unos pocos escogidos a instalarse en nuestro querido  satélite durante el tiempo en que la Tierra resulte inhabitable a causa de la  destrucción que causará el cometa.
 
 De Manuel vuelve a ofrecernos capítulos cortos, un ritmo  ágil y una historia amena que se lee con gusto y que resulta, como de  costumbre, estimulante, pero serán los primeros capítulos donde —en mi opinión—  se encuentran los mejores momentos. Y es que allí Lara Tur cometerá un crimen y  preparará una venganza de largo alcance contra quien fue su mentor. Y los primeros  pasos de esta novela se adentran en la psique de una joven atormentada que  prepara un experimento fascinante al mismo tiempo que lleva a cabo una venganza  maquiavélica. Encontraremos en los primeros capítulos emoción e intriga que  poco a poco se irán diluyendo por la misma estructura de la novela, que tiende  más a describir una crónica extendida a lo largo de varias décadas de la  historia de la Tierra y de la colonia humana en la Luna, donde se instalan  centenares de científicos.
 
 La trama personal de Lara Tur irá asomando de vez en  cuando en medio de este escenario apocalíptico que se acerca. Quizá el otro  punto interesante de la historia sea cuando ya nos encontramos en la base  lunar, donde Jordi de Manuel narra algunos de los problemas más lógicos a los  que podría enfrentarse una base científica que posee una fragilidad inmensa  frente a cualquier contaminación exterior. Los conocimientos de biología del  autor se dejan ver aquí de manera evidente con los microorganismos patógenos a  los que pueden verse sometidos los colonos —quién sabe si la pandemia y su  novela Àcars han influido—, pero personalmente me ha gustado  más observar cómo De Manuel juega con la alta especulación sobre conceptos tan  fascinantes como el traspaso de conciencia o la determinación genética y la  educación social para enfrentarse a esa determinación, a ese destino o  predicción causada por los genes al nacer. Conceptos teóricos que en la novela  se convierten en objeto de estudio y que me hubieran parecido perfectos si el  autor los hubiera estimulado y desarrollado aún más...
 
 Si a todo esto lo aderezamos con claros homenajes  asimovianos, como el hecho de que exista un departamento de psicohistoria —que  ya encontrábamos en la novela Caront,  por ejemplo— nos da una perspectiva bastante innovadora de cómo desarrollar una  pequeña civilización lejos —pero no demasiado— de nuestro planeta.
 
 Ahora bien, como comentaba antes, la novela, aunque muy  ágil, está construida en torno a una estructura narrativa donde transcurren  décadas. Existen demasiados saltos entre años y acabas cogiendo poca afinidad  con los personajes que aparecen, incluso aquella complicidad que se creó al  comienzo con Lara Tur se va deshaciendo poco a poco. De hecho, tanto sus  problemas más personales como los de carácter profesional surgen y se resuelven  (para bien o para mal) con una velocidad inusual, lo que no da tiempo ni a  digerirlos ni mucho menos a empatizar con ella. Hacia el final del libro  aparecerán otros personajes relevantes para cerrar el ciclo de la trama de Lara  Tur, pero me han parecido fríos y en algún caso con una megalomanía exagerada y  poco justificable.
 
 Entiendo que el objetivo de la presente novela no era  relatar la catástrofe planetaria y que se quería centrar en la especulación  científica de la base lunar, pero también debo reconocer que esperaba un poco  de atención o al menos cierta perturbación en la base cuando se hiciera  efectiva la llegada del cometa, aunque fuera vista a distancia. Supongo que eso  quedará para otra novela y para los excelentes cuentos postapocalípticos que se  derivan de ella, como por ejemplo «Els  hostes».
 
 Quan la Terra es pon es un título casi imprescindible dentro del Cometavers que sirve de fundamento y  también de puente para descubrir cómo se desarrollan las diversas sociedades  que se han tenido que crear a toda prisa por la llegada del fin del mundo: La  sociedad subterránea (que podéis descubrir en El mon fosc.  Talps), la comunidad que vive en el anillo artificial orbital (La ciutat del cel. Porcs),  esta misma propuesta de establecimiento de base científica lunar o incluso la  exploración de las estrellas y de los exoplanetas (tenemos una muestra en Caront y en El cant de les dunes). Tenéis Cometavers para rato. Y si queréis unos fundamentos claros de cómo  empieza y hacia dónde se desarrolla... Quan  la Terra es pon es vuestro libro.
 
 Eloi Puig
 01/09/2025
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