Algernon Blackwood es un autor clásico que escribió en las primeras décadas del siglo XX una numerosa obra muy enfocada al terror y al culto por lo extraño hasta tal punto que influyó en varios autores contemporáneos o posteriores de forma notoria.
Por ejemplo, un tal H. P. Lovecraft decía de Algernon en la página 196 de su ensayo titulado El horror sobrenatural en la literatura:
«Menos intenso que el Mr. Machen a la hora de describir los extremos del miedo extremo pero infinitamente más identificado en la creencia en la existencia de un mundo irreal que constantemente nos asedia, es el inspirado o prolífico Algernon Blackwood, cuya voluminosa e irregular obra se encuentra entre las más bellas de la literatura espectral de ésta o de cualquier época. No puede haber disputa sobre la calidad del genio de Mr. Blackwood porque nadie ni siquiera se ha acercado a su habilidad, seriedad y minuciosa fidelidad en la que hace constar los matices de la extrañeza en las cosas y experiencias normales».
Blackwood parece ser que fue una fuente de inspiración para Lovecraft, y no es raro pues a menudo en sus cuentos juega con la insinuación y los silencios. Cabe decir que la falta de ruido puede ser también terrorífica: provoca una sensación de aislamiento y pequeñez ante lo desconocido, especialmente si se combina este silencio con la oscuridad.
«La quietud absoluta de esta casa empieza a resultarme opresiva»
Y es que el autor inglés podía tanto estremecernos en una pequeña habitación oscura como podremos comprobar en cuentos como «La casa vacía» o «Los que escuchan» cómo explorar los miedos más abisales en territorios abiertos y salvajes y la soledad ante un peligro, no siempre palpable o físico, serán los puntos más terroríficos de su narración. Lo veréis especialmente en relatos como «El Wendigo» y también en menor medida en «Una isla encantada». Esto significa que Blackwood es capaz de moverse con total libertad tanto frente a extremos claustrofóbicos como agorafóbicos, en las distancias cortas y las grandes inmensidades.
El Wendigo y altres narracions son, pues, un conjunto de relatos escogidos por los editores para que descubramos esta faceta terrorífica del autor inglés. Un total de ocho cuentos, publicados por orden cronológico, que evidenciarán cómo el horror de cariz clásico puede penetrar en nuestra mente de forma lenta pero imparable.
Empezamos con «Una isla encantada» de 1899. Un relato de una gran atmósfera de terror nocturno y una experiencia onírica. Tras las vacaciones estivales, un hombre permanece unos días a descansar en una remota cabaña situada en una isla. La presencia repentina de unos indios y una canoa que parece que se acercan a la isla le provoca una sensación de temor y poco a poco su psique va sucumbiendo a una extraña locura. Tiene muy buenos momentos y se nota que a Blackwood le gusta hacer sufrir a sus personajes. Sin embargo, el final resulta un tanto repentino y más cuando el autor había logrado recrear una atmósfera aterradora en una habitación de cabaña y dos indios transportando un cuerpo y en cambio no saber rematar la historia con un gran final.
«La casa vacía» escrito en 1906 se aleja de los bosques canadienses y nos lleva a la civilizada Londres. Se trata de un relato clásico sobre las sensaciones que conlleva una casa supuestamente encantada y cómo una tía estrafalaria engaña a su sobrino para que le acompañe a investigar en el interior, a dar una vuelta inocente. Probablemente estos tipos de historias de casas encantadas y hechos paranormales estaban muy de moda en la época y mucha gente encontraría muy normal ir a echar un vistazo a una mansión de la que se dice que pueden habitar espectros o algo peor. La ambientación es excelente y los buenos momentos de terror sutil demuestran ya cómo Algernon Blackwood domina los tempos y tiene una habilidad natural para crear tensión con cuatro sombras y un par de puertas mal cerradas. Un cuento con gran capacidad narrativa. Muy bien.
Seguimos con «El que escucha» de 1907. Un cuento, por cierto, venerado por Lovecraft, que a mí me ha resultado bastante largo y ambiguo. Escrito en forma de diario personal donde se mezclan varios elementos tópicos como la casa que perturba el descanso de quien la ha alquilado (sospechosamente a un precio demasiado bajo). Nuestro protagonista ve y siente cosas, experimenta pesadillas constantes y nota cómo su estado físico y mental se va deteriorando desde que vive en el nuevo piso, alquilado en la ciudad. Blackwood incorpora varios y conceptos algo etéreos que pueden parecer apariciones, fantasmas o cosas peores. Tiene muy buenos momentos de terror angustioso. Sin embargo, el final no cumple con las expectativas y es poco interesante y frío.
El cuento más largo de esta antología es “Max Hensig, bacteriólogo y asesino”, también escrito en 1907 y es un relato algo especial. Casi que podríamos definirlo como un tratado de terror psicológico sobre el miedo y cómo afrontarlo, cómo encararse a un hecho que crees que ocurrirá y cómo te afecta en tu día a día. Nuestro protagonista, Williams, es un periodista que cubre el caso de un asesino en serie llamado Max Hensig: Un mad doctor que asegura conocer el secreto de nuevos gérmenes patológicos que podrían matar a cualquiera sin dejar rastro alguno. El hecho es que el periodista se deja llevar por la presión popular y con sus escritos y las entrevistas que lleva a cabo al doctor, su sentido de neutralidad periodística es bastante endeble... por lo que sus artículos son también bastante condenatorios. Pero Hensig queda libre y ahora, Williams espera, nervioso, y angustiando una posible revancha por parte del bacteriólogo.
En ese cuento, Blackwood demuestra ser un maestro de la tensión. A menudo, parece que la narración vaya a cámara lenta entre los actos y las percepciones que enfrentan a Hensig y Williams hasta el punto de que nos crea una necesidad increíble de seguir leyendo para saber cómo acaba el asunto: Si realmente Hensig quiere vengarse del periodista o si todo son alucinaciones de este último.
«A veces es tan gradual la llegada del miedo que los procesos por los que ésta toma posesión del alma de un hombre a menudo son demasiado insidiosos para ser reconocidos, y mucho menos aún para tratarlos, hasta que su objetivo se ha alcanzado finalmente y la víctima ha perdido el poder de actuar»
Quizá sea un relato demasiado largo y el autor dedica demasiadas páginas para los preparativos de las increíbles escenas finales pero el resultado final es muy notable. Es el único cuento de la recopilación donde no hay fenómenos paranormales o fantásticos y quizás es el que más transmisión de angustia transmite.
Con «El baile de la muerte» (1907) bajamos un poco el listón y el miedo. Éste es un cuento sobre un chico que padece una enfermedad cardíaca que le impide bailar. En una fiesta se enamora de una desconocida a la que nadie parece ver y esta visión se vuelve obsesión por conocerla. Un relato de toques oníricos, a veces muy azucarado. Un poco por debajo de lo que había visto hasta ahora y final poco asombroso.
Y llegamos al relato más conocido de la presente recopilación, «El wendigo», publicado en 1910. Además de ser el cuento que da lugar a la antología —y aquí me gustaría mencionar la gran cubierta que nos ha preparado Lucia Garcia, totalmente sugerente y que nos retrata perfectamente el estilo del relato—. Un relato, por cierto, basado en la mitología de los pueblos indígenas de Canadá y que Blackwood puso sobre escrito en uno de los primeros escritos que se tienen sobre las leyendas de este ser.
Un grupo formado por dos cazadores, dos guías y un cocinero indio se adentran en la naturaleza inhóspita de los bosques canadienses para abatir alces. Allí, dos de ellos, Simpson i el explorador Défago, se separan para cubrir más territorio. Blackwood nos expone a una atmósfera de soledad y grandeza, que es perfectamente descrita por su prosa y nos acerca a los misterios de la profundidad del bosque. Uno de los cazadores experimenta un terror sutil que se va introduciendo en su mente y empieza a balbucear incoherencias hasta que marcha gritando como un loco hacia el interior del bosque. El joven cazador se encuentra de repente, solo, en medio de la inmensidad de los bosques septentrionales y debe decidir si ir a buscarlo o retroceder para pedir ayuda a los demás.
Nos encontramos, una vez más, con un relato que quiere enfrentar a la ciencia —especialmente la psicología— con las leyendas fantásticas de una región concreta. Aquí el papel del científico y de cordura recae en el tío de Simpson que intenta justificar los hechos paranormales o irreales que están sucediendo pero que poco a poco se le van acabando los argumentos. La manera más sencilla de racionalizar lo inexplicable es diciendo:
(...) «El Wendigo es simplemente la personificación de la llamada de lo salvaje que afecta a algunas naturalezas y que les encamina hacia la propia destrucción».
Pero Algernon Blackwood va más allá y se muestra más explícito sobre la leyenda de El Wendigo, jugando, eso sí, a veces con la sutileza que nos deja una presencia intangible pero también recalcando claramente las marcas físicas para que podamos imaginar lo peor. «El Wendigo» es un gran cuento, quizás uno de los más reconocidos del autor, un relato que se mueve entre la leyenda local, la superstición y el terror psicológico, que esconde más que enseña y que nos sumerge en una atmósfera de aislamiento maravillosamente perturbadora.
El cuento «El hechizo de la nieve» de 1911 nos recuerda un poco a «El baile de la muerte» pero éste creo que es mucho más notable que el primero. También aquí descubrimos la obsesión del protagonista, Hibbert, por reencontrarse con una chica con la que patinó en una estación de esquí. Una chica que encarna la nieve y la frialdad, el misterio y la propia naturaleza. Cantos de sirena helados y una gran capacidad para describirnos paisajes fríos que nos envuelven y nos hipnotizan en un relato que nos acerca una prosa excelsa —quizás la mejor de la recopilación— que sabe ser delicada y enigmática a la vez.
Y terminamos con un cuento menor titulado «Luces antiguas» (1912). Un relato casi onírico sobre el intento de un hombre de atravesar un bosque que parece repleto de trampas y senderos fantásticos. Alguien o algo parece querer impedirle cruzar el bosque. Es un cuento correcto pero bastante por debajo del nivel de los otros relatos de la recopilación. También es el más corto de todos.
Una primera aproximación a la obra de Algernon Blackwood, pues, que nos evidencia su estilo, más cerca de la insinuación que de definir fríamente los hechos, y que ayudó a sentar las bases del terror de principios del s. XX, para disfrute de autores posteriores como Lovecraft por ejemplo.
Eloi Puig
12/04/2025
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