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              Hay novelas que te  atrapan de forma progresiva, a medida que avanzas las páginas y te  acomodas al estilo del autor; también las hay que te retienen de  forma eficiente desde el principio, sin dejarte respirar y  consiguiendo tu máxima atención ... y luego está Pronto será  de noche que es más que todo eso. Jesús Cañadas lo ha  vuelto a hacer: ha logrado la excelencia con su última novela. Si  bien, disfruté muchísimo de Los nombres muertos, esa  divertida entrega entre un biopic de Lovecrat y una  aventura de Indiana Jones, ahora Cañadas ha pasado al terror  apocalíptico con una novela imprescindible: Pronto será de  noche. 
             Una autopista llena de  coches y autobuses, llena, congestionada. Un atasco que ya hace días  que dura con cientos, miles de personas atrapadas huyendo del fin del  mundo, del apocalipsis, de algún espanto suficientemente severo y  terrorífico para que prevalezca un sentimiento, una voluntad unánime  en la mente de los fugitivos: Hemos de partir, lejos, huir, como sea,  con lo que lleves encima, no hay tiempo. Detrás está la muerte, la  destrucción o algo peor. No hay salvación pero el instinto nos dice  que nos alejemos... deprisa. 
             Cañadas nos plantea una  visión del ocaso de la civilización en los últimos momentos de lo  que parece el final del todo, una historia claustrofóbica aunque  ocurre al aire libre, con siete u ocho personajes perfectamente  definidos que deberán colaborar entre ellos para no convertirse en  almas solitarias sin esperanza pues incluso ahora, cuando todo acaba,  la humanidad intenta socializarse, buscar un equilibrio, unas reglas  para huir de la barbarie. Somos animales sociales, aunque nos pese.  Un policía, un yonqui, un taxista facha, la profe de religión que  se escapa en un bus lleno de niños hambrientos y asustados, la  embarazada sarcástica, un abuelo enigmático, un escritor frustrado  ... incluso un hippie. Son el mundo humano que explora Cañadas  en el atasco infinito en que se ha convertido la autopista. Ellos son  ejemplos de personalidades acabadas, de espíritus vencidos, que  huyen por hacer algo aunque saben bien cuál será el final. Personas  que nos explicarán el terror que sienten por lo que se acerca por  detrás de forma implacable; pero también son personas que sentirán  la necesidad de protección y de buscar justicia por los asesinatos  que se están produciendo en su parte de autopista. Porque ahora el  mundo parece reducirse a tres carriles asfaltados y ocho o diez  vehículos parados al lado, delante o detrás. Los coches delimitan  el espacio y la socialización del mismo. El policía investigará,  hará su trabajo, como una terapia para no volverse loco, el policía  quiere encontrar al asesino aunque sea lo último que haga en este  mundo maldito. Un mundo con el cielo amarillento, de un color  indefinido y enfermizo que presagia que lo peor puede ocurrir en  cualquier momento. 
            ¡Oh sí! Cañadas lo ha  clavado. Nos ha regalado una historia de personajes, donde no importa  tanto las causas como el desarrollo de las relaciones entre ellos -  en este sentido recuerda claramente a Fín de Monteagudo- y  con una sobria prosa nos acerca al terror y la desesperación de  éstos. Frases cortas, contundentes y directas narradas en presente,  lo que todavía da más sensación de inmediatez. Diálogos meditados  que reflejan el estado de ánimo de los que son quizás los últimos  supervivientes de la ciudad de Madrid huyendo hacia el sur, o hacia  donde puedan. 
            Chapeau de nuevo  señor Cañadas. La novela no me atrapó, más bien me secuestró en  el sillón de casa y prácticamente no me dejó escapar durado dos  días. La terminé el mismo 31 de diciembre a cuatro horas para el  fin del año. Necesitaba saber. Pronto será de noche, dice la novela. Pronto se acabará todo, vaticina. Hundios en su  lectura, saboreadla. Releedla incluso. Y disfrutad de alta  literatura. De terror bien confeccionado, bien narrado, sin  florituras y descripciones innecesarias. Y colocadla en un lugar de  prestigio, donde se pueda contemplar la no menos magnífica portada y  excelente edición que ha realizado la gente de Valdemar. 
             Eloi Puig, 22/01/2016 
              
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