| El subgénero de las casas encantadas es una temática que he comprobado  recientemente que da mucho más de juego de lo que pensaba. Para mí, el clásico  indiscutible de Richard Matheson, La casa infernal, siempre ha sido un  referente de lo que me podría esperar encontrar con novelas de terror de este  estilo, pero obviamente se encuentran ejemplos que van desde el más estricto  salvajismo visceral (sí, estoy pensando en la perturbadora Un dios de paredes hambrientas) a sutilezas de una calidad  literaria increíble como La maldición de Hill House. Siento no haber leído nunca este clásico. Cuando fue publicado en catalán,  en 2014, se me escapó (desconozco si me despisté o no se realizó suficiente  difusión, al menos entre la SCCFF u otros canales habituales) y duele porque es  una novela importante de Shirley Jackson, una autora casi unánimemente  reconocida como uno de los referentes de la novela de terror del s. XX que  influenció a escritores como Stephen  King o Neil Gaiman. El premio  internacional que lleva su nombre evidencia su importancia. Pero es que además, La maldición de Hill House no se  ajusta al tópico de la casa encantada si no que es mucho más. La novela  posibilita una lectura en diferentes capas, algunas de ellas muy sutiles que se  esconden tras la propuesta principal o lo que nosotros pensamos que es la trama  conductora porque Jackson me ha demostrado que sabe desviar la atención por  caminos que no parecen llevar a ninguna parte y que resultan atajos y senderos  escondidos en subterfugios que nos traen el mensaje que realmente nos quería  comunicar la autora. Así que podemos hablar de terror psicológico, de horror  sobrenatural, pero también intuyo asuntos menos fantásticos como un coqueteo  con el lesbianismo o también un acercamiento a una ruptura de la realidad  interior. Hill House es una casa victoriana, perdida en un pueblo de mala muerte, con  sus propios misterios, chismes y supersticiones. Un investigador de fenómenos  paranormales, John Montague, lanza un llamamiento a voluntarios para pasar una  temporada y así compartir sensaciones, notas, experiencias para el libro que  está escribiendo. Finalmente, sólo asisten 3 personas: Luke, heredero de la  casa que va un poco por compromiso y dos chicas: Theodora y Eleanor que  supuestamente han demostrado antes cierta sensibilidad con experiencias fuera  de lo normal. Theodora es una persona segura de sí misma, vital, impaciente, risueña y  bromista;Eleanor es soñadora, fantasiosa, huye de su vida anodina y quiere descubrirlo  todo; busca su propia personalidad, la cual le ha sidoprohibida debido a la  abducción que ha sufrido al tener que cuidar durante años su madre enferma.  Luke es un joven que parece adaptarse a las situaciones que se encuentra en la  vida. Simpático y posiblemente un poco escéptico pero colaborador con todo lo  que le es posible.
 La vida de estas cuatro personas (y dos más que se añadirán más tarde bajo  roles muy marcados) serán la verdadera apuesta de Shirley Jackson en esta  novela porque La maldición de Hill House es ante todo un magistral retrato  psicológico de todos ellos y en especial de Eleanor. Es un descenso a la locura  colectiva o de quien posea una sensibilidad más especial o una mente más  maleable. La autora nos ofrece por un lado una descripción detallada de la casa pero  sin abusar de ese estilo barroco que otros autores a menudo ejercen para  acumular páginas. Fíjáos con el comienzo del capítulo dos: "Ningún ojo humano puede aislar  la desgraciada coincidencia entre línea y lugar que sugiere la maldad de la  fachada de una casa, y sin embargo, una yuxtaposición maníaca, un ángulo mal  girado, una azaroso encuentro entre tejado y cielo, convierten Hill House en un  lugar de desesperación, más espantoso aún porque la fachada de Hill House  parecía despierta, vigilaba con las ventanas vacías y la ceja de una cornisa  mostraba cierta satisfacción (...). " Jackson crea una atmósfera sutil y premeditadamente vaga que no busca un  enfrentamiento directo con los personajes, no al menos de forma constante;  prefiere antes que los aspectos que cuestionan la ciencia queden difundidos y  aceptados como posibles. De hecho, nuestro investigador, el filósofo señor  Montague, está siempre sobre una cuerda floja metafórica que busca el  equilibrio entre la ciencia racional y todo lo que aborda la temática  sobrenatural. En este punto, la aparición de la señora Montague es fantástica  para precisamente presentar una postura radicalmente diferente a la de su  marido (y con una excelente puesta en escena por parte de la autora). Jackson utiliza grandes diálogos de una cotidianidad excelsa que te hacen  sentir cómodo en todo momento, que propicia que los diferentes personajes  actúen con gran naturalidad y por tanto de forma relajada en un lugar donde  supuestamente las corrientes psíquicas y sobrenaturales lo hacen inhabitable.  Es una mezcla de sensaciones muy curiosa pues dejando de lado el miedo que pueden  sentir los personajes, el compañerismo que recrea la autora a través de las  conversaciones provoca un efecto contrario al de la inquietud: una  retroalimentación que insufla coraje de cómo superar un obstáculo o una  sensación sin tener que irse de la casa encantada. Sin embargo, las percepciones que produce la casa a menudo se quedan dentro  de los personajes y no las expresan en voz alta. Aquí, un ejemplo que me parece  clave: "(...) al quedarse de pie en medio  de la habitación, el silencio opresivo de Hill House la volvió a envolver. Soy  como una pequeña criatura que un monstruo se ha tragado entera, pensó, y el  monstruo nota mis pequeños movimientos en su interior ". Así pues, Shirley Jackson nos ofrece más un retrato psicológico de sus  personajes que una historia de terror o angustia. Las dosis de horror son más  bien escasas pero las sensaciones de impotencia o escalofrío, de que algo no  funciona bien en la casa y en los cerebros de ciertos personajes (la autora nos  descubre pistas en algunos momentos de la lectura), son más importantes, más  primigenias. Un clásico del terror psicológico y sobrenatural que hay que reivindicar y  que nos puede ayudar a comprender mejor este subgénero tan fascinante de las  mansiones encantadas. L’altra Editorial ha publicado también Sempre  hem viscut al castell, otra novela clásica de la autora. Eloi Puig26/03/2020
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