Los últimos días de Nueva París
CF- UNIVERSOS PARALELOS
 
     
 
 
 
 

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NUEVA PARÍS
The Last Days
of New París

(2016)

China Miéville

Editorial:
Ediciones B
(2016)


Colección:
Nova

Núm:
---

Páginas:
235

Traductora:
Silvia Schettin


 
     
Los últimos días de Nueva París

Conste que lo sabía. Estaba al tanto de que China Miéville tenía algunas obras donde el nivel de exigencia por parte del lector debía ser mucho más elevado de lo normal. De toda su bibliografía, había dos nombres propios que siempre se resaltan como para confirmar este hecho: Kraken (qué por paradojas de la vida, aun no lo he leído) y Los Últimos días de Nueva París. Quizás por este motivo la presente novela ha estado esperando turno en la pila cuando normalmente cualquier aventura que me proponga uno de mis autores favoritos cono es Miéville hubiera caído mucho más rápidamente.

Pero, claro, tampoco he podido evitarlo y hace poco leí una de estas exigentes novelas que he mencionado. En este caso, Los últimos días de Nueva París. ¿El resultado? Confuso, extraño, caótico, fascinante, deslumbrante y sobre todo original. Hasta aquí, estos adjetivos podrían aplicarse a buena parte de la obra del autor inglés, pero en esta novela es donde estos ganan intensidad porque sí, la novela es exigente, pero especialmente desconcertante porque desde una (como siempre) magnífica idea, esta vez, China Miéville, puede que no haya sabido sacar todo el provecho esperado.

¿Cómo? ¿Quizás penséis que exagero o creáis que no soy un buen lector del genio inglés? Fijaos en la trama: París, en plena II Guerra Mundial, ocupada por los nazis. Un escenario conocido, palpable, próximo. Pero el París que todos conocemos no es el que nos describe el libro. La han bautizado como Nueva París y con razón: La ciudad está inmersa en una pesadilla surrealista desde que estalló la bomba S y vive atrapada en una realidad donde las obras de arte (esculturas, pinturas, poemas ...) de cariz surrealista o similar, han cobrado vida y campan por la ciudad matando nazis y parisinos por igual. Mientras el ejército alemán también juega con el ocultismo y convoca demonios y seres sobrenaturales en una guerra abrumadora en una ciudad que no se reconoce a sí misma.

Me rindo al poder absoluto que tiene Miévile por ofrecernos, cada vez que abrimos uno de sus libros, un estallido de originalidad que como a menudo ocurre mezcla elementos de ciencia ficción y fantasía. Que une mundos, conceptos y filosofías y que sobre todo nos deja con la boca abierta y los ojos muy abiertos casi siempre. Desde que lo descubrí con la monstruosidad que es La Estación de la calle Perdido, hará unos dieciocho años, hasta devorar su antología Buscando a Jake y otros relatos, nunca he dejado de sorprenderme, pero esta vez la sensación final es agridulce porque creo que el autor ha llevado la novela de forma especialmente espesa y con una dirección nada diáfana.

Lo cierto es que lo primero que pensé leyéndola es que me recordaba a otro escenario de ciudad repleta de seres sobrenaturales que viven descontrolados. Hablo de su novela corta Azogue (que se puede encontrar dentro de la mencionada antología Buscando a Jake y otros relatos. En esta ocasión, sin embargo, Miéville me ha dejado claro que le gusta buscar caminos pesados ​​para narrarnos sus ideas. en Los Últimos días de Nueva París comprobaremos como la acción se separa en dos periodos de tiempo diferentes: el presente ucrónico, en 1950, con una guerra desgastadora que aún continúa contra los nazis (por cierto que no queda claro cómo se está desarrollando la guerra fuera de París, que es un territorio al margen del tiempo normal, como si el autor recreara algunos de los parámetros que ya mostró en La Ciudad y la Ciudad) y también el pasado, en 1941, donde un grupo clandestino de artistas (que existió realmente, llamado Le Main à Plume) discute y trabaja alrededor del arte que más les apasiona: el surrealismo.

Miéville, pues, nos planta in media res con una escena perturbadora que parece extraída de los delirios de Dalí ya partir de ahí nos expone las vivencias de Thibaut, un luchador parisino de la resistencia que se enfrenta a los nazis pero que conoce muy bien de lo que son capaces las manifs, las obras de arte que se manifiestan adquiriendo propiedades, a veces inocuas, pero a menudo fatales para ambos bandos. Se añadirá una reportera americana y juntos nos mostrarán una Nueva París bajo una mirada de locura y surrealismo, de monstruos del infierno y obras de arte imposibles que viven y matan como si fueran los verdaderos dueños de la ciudad.

El autor siempre ha escrito muy bien, y sé que es un escritor que se documenta al máximo y que explora hasta el infinito como enfocar sus obras para que el público las absorba bajo lecturas que no siempre son cercanas, pero creo que esta vez erró un poco la técnica, provocando una lectura, que si bien es corta y directa, no deja aposentarse una trama ya de por sí muy compacta o difícil de asimilar. Eso sí, el autor ya desde siempre ha sido un experto en mostrarnos visiones oníricas y surrealistas y aquí se puede desahogar la mar de bien. Un ejemplo:

“(...) Bandadas de Hombres de negocios con ales de murciélago y damas con abrigos de otra época gritan monólogos interminables de ofertas especiales y obstruyen las hélices de los aviones con su propia y dudosa carne. Thibaut ha visto geometrías de monoplanos, biplanos y triplanos, esferas aladas y abominables husos de enorme tamaño, una larga ventana de cortinas negras, todos volando como muertos vivificados sobre los tejados de las casas, persiguiendo un bombardero Heinkel Greif errante, para anularlo con un toque desvivificador.”

Y no, no penséis que al autor se le va la cabeza y expone lo primero que le pasa por su mente. Todos estos fragmentos referentes a las manifs que se dejan ver sobre Nueva París, corresponden a obras de arte concretas (y reales) y que al final de la novela Miévile nos referencia cuidadosamente.

Así pues, tenemos ante nosotros otra aventura que se escapa de la razón perpretada por el genio imaginativo de China Miéville que a pesar de la gran puesta en escena no me ha llegado a satisfacer ni mucho menos como otras obras magnas suyas. No es una literatura fantástica para todos los públicos y hay que saber a qué os enfrentáis como lectores al abrir sus páginas. Eso sí, es su obra más plástica, más artística ... y como no ... más surrealista.

Eloi Puig
06/04/2020

 

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