Qué difícil es ser Dios
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QUÉ DIFÍCIL
ES SER DIOS

Tрудно быть богом
(1964)

Arkadi i Borís Strugatski

Editorial:
Gigamesh
(2019)


Colección:
Gigamesh breve

Núm:
02

Páginas:
340


Traductores:
Justo E. Vasco i
Raquel Marqués


Otras ediciones:

CASTELLANO:
1975, 1991Acervo, Ciencia-Ficción

1989 Círculo de lectores

2011, 2019 Gigamesh

 
     
Qué difícil es ser Dios

Me cuesta entender que una obra como Stalker, Picnic junto al camino me resultara una lectura tan interesante y de la que guardo muy buenas sensaciones y en cambio de esta, Qué difícil es ser Dios, no he podido conectar demasiado con ella. Digo esto teniendo en cuenta que ambas pertenecen a los mismos autores (Arcadi y Borís Strugatski) y que son probablemente sus obras más conocidas y todo un referente dentro de la ciencia ficción rusa.

Los hermanos Strugatski idearon esta aventura pseudomedieval pero de raíces que se adentran profundamente en la ciencia ficción más filosófica, escrita en los años sesenta en una Unión Soviética que censuraba de manera fulminante ciertos textos. El hecho, sin embargo, que la novela ensalzara de manera más o menos clara el comunismo propició que los censores no detectaran desviaciones de los cánones establecidos. Se les pasó la crítica que ocultaba la obra. Esto es un punto importante a tener en cuenta pero que igualmente no me ha dejado tan satisfecho como esperaba pues las especulaciones que nos ofrecen los Strugatski no acabamos de interaccionar con la trama. Las veo un poco sobrepuestas.

El universo del mediodía, es el espacio donde se sitúa la trama. Un universo donde la Tierra cuenta con una sociedad utópica de carácter igualitario, llena de científicos, niveles altísimos de educación y una tecnología de la que se hace buen uso. La Tierra, pues, parece haber alcanzado una especie de sociedad de marcado talante social que podríamos equiparar con ciertas reglas del postulado comunista. Pero hay otros planetas menos desarrollados llenos de humanos donde el Instituto de Historia Experimental envía a observadores para detallar cómo evolucionan sus sociedades; también para aprender, pero teóricamente nunca para perturbar su libre albedrío. Sí, se dice también que esta idea influyó en la famosa Primera Directiva de la serie Star Trek que especifica que no se debe intervenir en sociedades menos desarrolladas para evitar condicionarlas. Pero según mi modesta opinión, en Qué dificil es ser Dios no se acaba de ver demasiado bien los problemas éticos o morales que sufre nuestro protagonista (excepto al final del libro) para desarrollar su tarea observadora. Haciendo un símil, creo que Poul Anderson lo describía mucho mejor con las historias de la Patrulla del tiempo (aunque en ese caso, fueran viajes en el tiempo que podían perturbar sociedades del pasado).

Rumata es un observador de la Tierra que junto con otros compañeros vive desde hace años en el planeta Arkana, investigando a una sociedad medieval y por tanto bárbara y muy alejada de lo que entendemos por civilizada. La autocracia de los nobles y reyes reinan sin oposición y de forma aterradora sobre los plebeyos. Pero desde hace unos años esta situación ha empeorado y se atisban síntomas de fascismo y movimiento de masas sin que se pueda evitar el daño que están haciendo. Uno de los efectos de este nuevo sitio social es que se pretende eliminar a todos los pensadores u hombres de saber para controlar mejor la población. Incluso se prohíbe aprender a leer. Rumata querrá salvar a un sabio que él cree importante aunque teóricamente sus instrucciones son de no intervenir y aquí es cuando choca por primera vez con sus directrices y cuando se plantea su papel en ese mundo.

"(...) No somos Físicos, sino historiadores. Nuestra unidad de tiempo no es el segundo sino el siglo, nuestro trabajo no consisten ni siquiera en sembrar; únicamente en preparar el terreno para la siembra. (...) "

Los Strugatski nos ofrecen una lectura muy amena, con un lenguaje coloquial, casero, intenso que sentimos cercano y cómodo. Pero a menudo no se centran con los temas abiertos y las aventuras y acciones de Rumata nos descolocan, los autores se van demasiado por las ramas y en ocasiones se nos escapa el hilo, especialmente de los personajes que intervienen. Costa conectar con ellos y la trama no acaba de ayudar: Algo dispersa entre viajes a palacio y conversaciones poco trascendentes.

Hacia los últimos capítulos, sin embargo, los autores consiguen centrar la atención del lector describiendo momentos duros que evidencian mejor las contradicciones morales que debe asumir Rumata con la no intervención de la enfermiza sociedad que está observando. Son los mejores momentos de la novela donde se constata lo que puede hacer el populismo con las masas, aunque sea un populismo de origen aristocrático que provoca el enaltecimiento de un fascismo que se palpa por las calles y que ya gusta al poder pero que se vuelve en contra de todos porque si algo critica la novela  es este sentimiento irracional que quiere prohibir y atar los conocimientos de la gente corriente y que prevé una sociedad radicalizada entre unos cuantos que controlan al resto, precisamente porque no poseen la capacidad para volverse contra ella.

Precisamente lo contrario de las premisas de este Universo del mediodía y de la sociedad utópica que existe en la Tierra y que impactan directamente con la ética de los terrestres que por un lado desean ayudar al desarrollo de sociedades más atrasadas pero por otro mantenerse al margen. Hacer lo que se considera correcto pero sabiendo que las consecuencias son imprevisibles y que depende de cada visión, de cada legado cultural, el bien o el mal pueden convertirse en diferentes e intercambiables para cada uno:

“(...) por lo tanto, ¿Cuál es el mal que hay que combatir, Don Rumata? (...) El mal es inextinguible, nadie es capaz de deducir la cantidad de mal que hay en el mundo. Un hombre puede mejorar ligeramente su destino, pero siempre a costa de perjudicar al de los demás. Siempre habrá reyes más o menos crueles y barones más o menos despiadados, así como siempre habrá un pueblo ignorante que sienta admiración hacia sus opresores y odio a su liberador. El motivo de esto es que el esclavo comprende mucho mejor a su opresor, por cruel que sea, que a su libertador, puesto que es fácil para cualquier esclavo imaginarse en el lugar de su amo, pero son pocos los que se imaginan en el lugar de un libertador desinteresado (...)”

Una reflexión, pues, muy interesante y para la época (y por donde fue escrito) realmente vanguardista, pero que no he acabado de encontrar que cuajara con la trama argumental que nos proponen los autores.

La editorial Gigamesh ha personificado desde hace años como una gran defensora de la obra de los Strugatski. No sólo ha publicado dicho Stalker, sino también otras obras como Destinos truncados o Ciudad maldita (que no he leído). Hace unos años regaló de forma promocional la presente novela corta, Qué difícil es ser Dios, y ahora la ha recuperado para la renovada colección Gigamesh Breve, que se presenta de forma magnífica en tapa dura.

Eloi Puig
09/03/2020

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