Nuestra parte de noche
TERROR
SOBRENATURAL
 
     
 
 
 
 

NUESTRA PARTE
DE NOCHE
(2019)

Mariana Enríquez

Editorial:
Anagrama
(2019)


Colección:
Narrativas hispánicas

Núm:
636

Páginas:
672

Traductora:
Marta Armengol Royo

Ilustradora:
Marina Vidal

 



 
     
Nuestra parte de noche

Este pasado julio me prometí leer algún libro consistente que llevara tiempo en la pila. Varios ejemplares me reclamaban abriendo y cerrando las páginas, suplicando una mirada, un poco de atención por parte de un lector que tiene demasiadas pilas y pilas de pendientes. Por eso decidí adentrarme a probar a una autora de tanto renombre como Mariana Enríquez. Prácticamente solo había oído cosas buenas (o muy buenas) de ella y, aunque recibí algún aviso de que quizá su obra corta era más aconsejable para aventurarse con la autora argentina… yo ya tenía comprado Nuestra parte de noche desde hacía unos tres o cuatro años. La decisión estaba tomada.

La decisión fue equivocada.

Nuestra parte de noche es un libro con una buena premisa inicial, una novela repleta de buenas ideas, con diálogos magníficos y con momentos realmente perturbadores... pero donde no hay suficiente trama para tantas páginas. Intentaré explicarme:

La novela tiene una estructura narrativa que abarca varias décadas de finales del s. XX en Argentina y en Londres. De hecho, la narración acompaña a la historia reciente de Argentina: la dictadura, los problemas económicos crecientes e incluso asoma un poco el fútbol. Nos acerca a una extraña relación padre-hijo a lo largo de los años. Juan es médium y parte fundamental de la Orden, una secta que contacta de vez en cuando con la Oscuridad, una entidad ajena a nosotros que devora cuerpos, que proporciona poder y que es el pilar esencial del sistema de creencias de esta secta que persigue objetivos muy poco terrenales. Los médiums son escasos y son los únicos que pueden establecer un puente entre la Oscuridad y nuestro mundo.

Es original comprobar cómo la Orden, en el fondo, no sabe bien qué es ese dios ni qué desea. Los sacrificios, los rituales, a menudo son más voluntad de los dirigentes humanos que de la propia entidad.

«El problema no es si es posible entenderla. El problema es si habla para nosotros o solamente habla en su abismo, si lo que habla es el hambre sobre el vacío. Si tiene algo más que la inteligencia de la tormenta o la tierra cuando tiembla. Si es algo más que otra ceguera, solo que nos parece iluminada porque no la conocemos.»

Y Juan, consciente de su naturaleza y del poder que ejerce la Orden, esta secta controlada por poderosas familias, sabe que su hijo Gaspar muy posiblemente heredará sus poderes como médium y que de ninguna manera desea que la vida de su hijo se convierta en un camino de esclavitud como el suyo. De hecho, buena parte de la novela se centrará en la lucha de Gaspar contra una herencia sobrenatural que no desea.

Como comentaba antes, el punto de partida es muy interesante, aunque no lo descubres hasta bastante avanzado el libro, pues la historia de Nuestra parte de noche comienza in media res, en el año 1981, en un viaje de padre e hijo hacia el norte del país, justo en la frontera con Brasil y Paraguay, donde la familia de Rosario, la mujer de Juan (que ha fallecido recientemente), posee una gran finca... aislada de miradas indiscretas. Las primeras 160 páginas sirven para entender por qué Juan quiere proteger a su hijo Gaspar de la Orden. Observaremos cómo se ejecutan algunos rituales de contactos con el más allá y también notaremos la presencia de la Oscuridad al final de esta primera parte introductoria.

Pero a pesar de la originalidad de la propuesta y las notables impresiones que nos transmite la buena literatura de Enríquez, he estado tentado de dejar la novela más de una vez en estas primeras páginas. Se me ha hecho largo este primer tramo. A Enríquez le cuesta ir al grano y parece limitarse a imbuirnos de sensaciones, de pinceladas que esconden algo más terrible y profundo. Y eso no me parece mal, siempre que más adelante finalmente lleguen a materializarse esas sensaciones.

La segunda parte de la novela (tras un breve intervalo) se vuelca en la vida adolescente de Gaspar y sus amigos del barrio, y es donde parece que la acción, el terror debería empezar a hacerse visible, allí donde aquellas vibraciones que nos dejó el final del primer largo capítulo deberían aflorar... pero eso no ocurre. Enríquez en todo momento adopta un tono calmado, la lectura se vuelve monótona y pesada. La autora parece conformarse con dejar en el ambiente esa intuición de que algo no funciona bien, de que los personajes no viven tan desinhibidos como parece.

Y es que, a diferencia de otras sectas, la Orden no sufre porque sus iniciados o fieles se marchen. O porque quienes alguna vez han pasado por sus rituales no regresen. Saben que, de un modo u otro, ya están atrapados. Y eso sí que es escalofriante.

«En esa época supe que en la Orden es habitual dejar que los miembros se vayan sin intentar retenerlos. Mi madre dice que hay que dejarlos ir porque siempre vuelven, vuelven llorando, cagados a palos, porque la Oscuridad es un dios con garras que husmea, la Oscuridad te alcanza, la Oscuridad te deja jugar, como los gatos dejan jugar a sus presas un rato, solo para ver cuán lejos llegan.»

En esos momentos y hasta el final del capítulo me encontré en una especie de limbo como lector: por un lado tienes curiosidad por seguir explorando las ideas que te han dejado las páginas anteriores, pero sin un interés especial. Y vuelve a perseguirte la idea de decidir si continuar o dejar la novela. Y claro, al final del capítulo ocurre uno de los hechos más importantes de la historia —y de los menos explicados— que te impulsa a continuar, esta vez con un flashback a la década de los sesenta ambientado en un Londres donde literalmente casi no ocurre nada destacable. Y a partir de ahí, la novela se me atravesó aún más, pese a las —repito— buenas palabras y magníficos diálogos llenos de vida que nos proponía Enríquez.

La imperiosa necesidad por parte de las familias que dominan la Orden de conseguir cada vez más de la Oscuridad. Esa obsesión que acaba en locura muchas veces en muchos de sus miembros... son puntos que me gustan. Pero en resumen, hay demasiadas páginas donde no pasa nada, donde solo se nos describe el día a día de unos personajes que van perdiendo su atractivo. La lectura decae a medida que avanzas con el deseo de que ocurra algo trascendente más adelante... y que nunca es suficiente para cumplir con las expectativas creadas. Los últimos momentos de la novela tienen un final de ritmo acelerado, frenético. Te deja sin respiración como si la autora quisiera compensar los cientos de páginas aburridas que has estado leyendo.

Porque sí, me he aburrido. He tardado casi seis semanas en leer una novela de poco más de 650 páginas y os aseguro que eso no es nada normal en mí. Creo sinceramente que esas ideas sobre la secta, la Oscuridad, la dependencia y esclavitud a la que son sometidos los médiums... son elementos muy atractivos —y más cuando Enríquez se suelta con momentos delirantes y extremadamente perturbadores— pero, en mi opinión, mejor en un formato mucho más corto.

Eloi Puig
15/08/2025

 

Premios:

Premio Herralde de novela

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