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              ¡Sí señor! Hay que  proclamarlo con rotundidad absoluta: La tercera parte de la trilogía  de El mar quebrado, Media Guerra, es un término  redondo para esta historia de influencias vikingas pretendidamente  juvenil que nos ha presentado Joe Abercombie. Digo pretendida porque si  bien buena parte de los personajes son jóvenes y por tanto se dejan  llevar por pasiones más propias de su edad y por lo tanto parecen  estar diseñados para agradar a un público más adolescente, al  menos en contrapartida de aquella mezcla de veteranía y nostalgia  que encontramos en otras novelas de Abercrombie donde los personajes  eran mucho más adultos, las situaciones que nos ha preparado el  autor han pasado del viaje iniciático a la política, la guerra y la  reflexión ... y no son tan alejadas de otras narraciones  consideradas más adultas. Media Guerra es un gran colofón, como decía, a la historia de trasfondo que poco  a poco ha ido trenzando Joe Abercombie: la lucha por el poder en el  Mar Quebrado. Las relaciones entre los actuales reinos y su pasado  oscuro y misterioso. El gran acierto - que ya alabé en el anterior  volumen- es que ha presentado personajes nuevos en cada libro  obligándonos a desentendernos un poco de los protagonistas que ya  conocíamos. Lo mejor de esta jugada, pero, ha sido que la habilidad  de Abercrombie para crear y sobre todo modelar personajes no ha  disminuido a medida que leíamos los libros, sino al contrario: en  cada volumen hemos encontrado personajes más interesantes y  entusiastas. Como por ejemplo Raith, el portaespadas de  Grom-Gil-Gorm, el rey de Vansterlandia. Un enemigo, un malnacido, un  asesino, joven, indisciplinado y cegado por la figura de su rey. En  definitiva un pobre desgraciado que recibe el detestable encargo de  proteger la joven reina Skara, de Trovenlandia. Este personaje será  el que Abercombie destripará, reformará y cambiará a su gusto  demostrando una vez más que los personajes odiosos pueden resultar  ser los más creíbles una vez penetras en su mente. También encontraremos,  como comentaba, la reina Skara, una joven promesa de que el autor  hace seguir por los caminos de la astucia y que se convierte en  crucial para compensar las constantes trifulcas entre los ejércitos  aliados de Gettlandia y Vansterlandia que Actualmente esperan la  enfrentamiento final contra el Alto Rey. También encontraremos a  Koll, que en Medio Mundo pasó como un personaje secundario y  aquí adquiere mucho más protagonismo convertido en la mano derecha  del Padre Yarvi. Y claro, este último será omnipresente, aunque sea  entre las sombras de todo lo que pasa en el Mar Quebrado, obsesionado  en cumplir el juramento-sol y el juramento-luna que realizó en el  primer volumen, Medio rey. Fijaros que estoy  hablando mucho de los personajes y poco de la trama argumental. Y es  que ésta, sin desmerecerla en ningún momento, no deja de ser un  reflejo de la lucha por el poder y de la búsqueda del equilibrio que  tantas veces hemos visto en la fantasía épica. Pero son las  personas que nos presenta el autor, el padre Yarvi, Espina, Raith,  Skara, incluso Grom-Gil-Gorm, los que realmente valen la pena en esta  historia, los que llevan sobre sí la difícil misión de crear el  empatía con el lector. Son personajes que evolucionan  constantemente, y no siempre hacia la luz, sino que también caen  dentro de las previsibles carencias humanas. Pero también he afirmado  que Media Guerra es un gran final para la trilogía. Y  así es por varias razones: En primer lugar porque poco o mucho une  en un escenario común a los diferentes personajes que han ido  apareciendo durante los libros anteriores. En segundo lugar porque no  deja prácticamente ningún punto para cerrar y consigue un final más  que redondo; y en tercer lugar porque combina muy bien la reflexión  con la acción, las palabras con la lucha: "Sólo media  guerra se gana con espadas. La otra media se gana con las palabras"  afirma un dicho de los clérigos del Mar Quebrado. Y así es.  Abercrombie nos demuestra una vez más que la fuerza no lo es todo y  que hay también la diplomacia, las buenas palabras pero  especialmente las palabras adecuadas para instigar una revuelta o  para detener una rebelión. Como único punto a  mejorar estaría esa sensación de deux ex Machina que aparece  en momentos cruciales como cuando para intentar vencer a un ejército  muy superior, hay a disposición de los protagonistas una serie de  armas a punto, como esperando la ocasión a ser utilizadas. Aquí  entra fuertemente la trama de las ruinas "élficas" - que  habían sido mencionadas en los otros volúmenes- y que ahora  intuimos realmente lo que son en realidad. Me hubiera gustado más  explicaciones al respecto pero no se puede tener todo. La trilogía pues,  empieza bien pero finaliza mejor, va de menos a más - un hecho  curioso al menos- pues partimos de un simple viaje iniciático con  una trama que bebe de varios estereotipos de la épica y con pasajes  un tanto acelerados y poco definidos, a una historia más compleja  con personajes que llevan la gloria por su afinidad y empatía, como  fue el caso de Medio mundo, y para terminar con una  conclusión más que digna, casi grandiosa, con duelos mortales,  palabras que apuñalan los corazones débiles, amores imposibles,  traiciones increíbles donde la épica da lugar a la aventura, a la  confrontación y a la reflexión en un ciclo interminable que parece  condenar a la humanidad hasta el fin de los tiempos. Eloi Puig 24/02/16   |  |