A finales del año pasado Planeta Cómic nos trajo este clásico del manga de terror japonés por primera vez en catalán en una edición omnibus con muy buena pinta. Y es que hasta hace muy poco no habíamos podido gozar del maestro de terror nipón Junji Ito en nuestra lengua. El año pasado se publicaron dos obras suyas: Gyo y la que hoy reseño: Uzumaki, y sinceramente ha sido todo un acierto.
Como simple aficionado al manga todavía me falta mucho por leer y conocer —eso, sin embargo, puede ser un estímulo— y es cierto que aún no me había adentrado en el terror específico y la experiencia ha sido tan sobrecogedora como placentera.
Uzumaki utiliza el concepto de la espiral como base para plantear una historia de terror muy perturbadora que juega con la locura con aspectos profundamente orgánicos y viscerales. Nos situamos en el pueblo de Kurouzu, una aldea costera donde parece que una maldición ha penetrado de forma gradual por sus calles y casas, afectando a los habitantes de forma lenta pero imparable. De hecho, los dos primeros capítulos nos sitúan ante los extraños acontecimientos que ocurren en el pueblo. Kirie Goshima y Shuichi Saito son testigos de cómo el padre de él se obsesiona de forma enfermiza por la forma de las espirales. Cualquier dibujo u objeto que reproduzca una espiral de forma natural o no, es un foco de atracción para el padre de Saito. Y esa obsesión se va convirtiendo en una enfermedad que le persigue constantemente. No hay más que decir que el final de este capítulo es tan impactante que te deja con los ojos fuera de órbita y es una muestra perfecta de lo que nos espera a partir de ahora.
Los siguientes capítulos también se sirven para constatar que las espirales son peligrosas, en cualquiera de sus manifestaciones: la misma madre de Saito primero y más tarde de manera menos intensa pero también perturbadora, el padre de Kirie, también cae en esta atracción mórbida. Él es ceramista y parece necesitar crear formas espirales pero sus técnicas llegan a un punto donde esa forma es la única que prevalece.

Pero el pueblo, como comentaba antes, poco a poco también va cayendo en esa maldición —según insiste en llamarla Saito— hasta al extremo que el humo de los crematorios alcanza formas espirales cuando escupen el humo de los difuntos. El escenario está servido y Junji Ito se recrea.
El manga avanza a partir de ahora en un formato de capítulos dedicados a varios personajes del pueblo. Son historias de trama independiente pero siempre tratadas bajo una creciente angustia de terror cada vez que alguna espiral de cualquier tipo afecta a los habitantes de la villa. Cada capítulo es una explosión de creatividad sobre cómo torturar a personajes de Kurouzu bajo la premisa de utilizar una espiral: Desde cicatrices que engullen, cuerpos que se retuercen entre sí para no separarse o el chico que le gusta hacer sustos como si fuera en una caja sorpresa y saltara por el efecto del muelle (espiral), los tirabuzones de pelo que se enredan formando espirales en la cabeza y encarcela a las chicas que los llevan o alguna de las ideas más inquietantes cuando observamos a chicos viscosos que se van convirtiendo en caracoles, en moluscos que tienen el caparazón en forma de espiral.
Este último ejemplo es uno de los más surrealistas, pero también me gustaría destacar el capítulo dedicado al faro negro del pueblo. Uno de los más intensos. Llega un momento en que a la que ves una espiral dibujada de cualquier tipo ya sospechas seguro que allí pasará algo nefasto para la persona que se acerque.
Aquí hace falta recalcar que los primeros acontecimientos son tratados por la población con cierta fatalidad y naturalidad a la vez. Aquella aceptación de los incidentes como una especie de realismo mágico que quizás forma más parte del talante japonés que del nuestro. Por suerte Junji Ito también se atreve a enmarcar a los extraños hechos fuera de la normalidad cuando el resto de Japón gira los ojos hacia el pequeño pueblo.
El final también es muy decente, sin querer entrar en explicaciones totales pero sí dejando las puertas abiertas a que contemplemos el porqué de esta locura colectiva que poco a poco se apodera del pueblo de Kurouzou. Kirie será la chica que se convertirá en hilo conductor y voyeur de todo lo que ocurre (a veces en su propia piel) en torno a las espirales. En cuanto Saito, su novio, personaje recurrente en varios capítulos, quizás necesitaría algo más de protagonismo pues básicamente se dedica a vaticinar dicha maldición ya seguir a Kjrie allá donde va pero sin participar demasiado activamente en la trama.

La parte gráfica es otro punto excelso de la obra. El autor dibuja imágenes turbadoras y muy poderosas que, además, sorprenden por su grado de detallismo. En un manga marcado por un estilo sobrio y muy realista, cuando nos topamos con los efectos de las espirales sobre la personas, no podemos evitar un cierto malestar y un escalofrío. Y esto es bueno y demuestra cómo un manga puede proporcionar inquietud y terror de una forma tan directa, en este caso a través de las espirales, pero sobre todo evidenciando el genio creativo del autor japonés
Junji Ito guionizó y dibujó Uzomaki a finales de los años noventa, y nos ha llegado ahora, un cuarto de siglo más tarde en catalán en un magnífico volumen único (que engloba los tres volúmenes originales) También el año pasado se publicó en nuestra lengua otra de sus obras más conocidas: Gyo. Ojalá podamos seguir viendo más mangas de este autor traducidas al catalán.
Eloi Puig
14/06/2025
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