Ciudad
CIENCIA-FICCIÓN
 
     
 
 
 
 

CIUTAT
City
(1952)

Clifford D. Simak

Editorial:
Chronos
(2019)


Colección:
Tràntor

Núm:
01

Páginas:
301

Traductora:
Scheherezade Surià

Otras ediciones:

CASTELLANO
1957, 1971, 1974, 1984, 1988, 2002 Minotauro

2006 Planeta DeAgostini

 
     
Ciudad

Aunque Clifford D. Simak es un autor que comenzó a escribir a la edad de oro de la ciencia ficción (de finales de los años treinta a mediados de los años cuarenta del siglo pasado) es quizás el nombre propio que menos me había interesado hasta ahora de aquel grupo de visionarios. Soy antes seguidor de Asimov, Bester, Pohl, Leiber o Heinlein. Otro factor que influyó en que no me llamara la atención especialmente Simak fue que una de sus novelas más conocidas (Estación de Tránsito) me dejó un poco indiferente (Quizá las expectativas eran demasiado altas o incluso la traducción haya quedado algo anticuada, quién sabe) por lo que el hecho que la recién estrenada editorial Chronos anunciara este título no me hizo en un principio ni frío ni calor.

Quizá por eso nunca me había planteado continuar leyendo a Simak a pesar de saber que Ciudad era una novela muy conocida del autor estadounidense. Un error, naturalmente. Con esta lectura he hallado muchos de los elementos que amo de la ciencia ficción bajo una prosa elaborada y un sentido de la maravilla increíble y también he comprobado de lo que son capaces la gente de la editorial Chronos, unas personas que se han propuesto traducir grandes clásicos de la ciencia ficción al catalán, recuperar otros y además sin ánimo de lucro. Unos hito, pues, fantástico.
 
Pero hablemos de la novela en sí, de Ciudad y de Clifford D. Simak. Este, como comentaba, es la primera vez que se traduce a nuestra lengua (el catalán). Originariamente el volumen estaba compuesto de varios relatos, todos ellos relacionados en forma de fix-up, por lo que el conjunto mostraba una historia más compleja. Desde Chronos también han añadido un último cuento, un epílogo, que el autor incorporó en los años setenta para homenajear al editor John W. Campbell.
 
Leer Ciudad me ha despertado sensaciones que tenía bastante olvidadas, aquel regustillo por los clásicos que hace tanto que no pruebo, sólo roto recientemente por una incursión con George R. Stewart, aquella percepción del futuro donde la energía nuclear (la traductora lo ha adjetivada como "atómica" que le da un aire retro muy atractivo) parecía la panacea para todos los males de la humanidad y que tan bien se refleja la novela; o el papel de los robots al servicio de ésta y que tanto me ha recordado a los robots imaginados por Asimov en sus novelas ... como decía una sensación de volver a leer una obra que va más allá de la simple especulación de hechos concretos, sino que busca entrelazar con la filosofía y las esperanzas que la mente humana proyecta a través de siglos y siglos y que busca un lugar más elevado, un pedestal desde donde contemplar el largo camino realizado para poseer una verdad superior y establecer una nueva realidad de lo que significa ser humano.

Los cuentos de Simak, ocho en total más el epílogo, empiezan en un futuro próximo pero se alejan en el tiempo con una progresión cada vez más geométrica y por tanto mostrándonos concepciones de la realidad futura que quizás en un primer momento son difíciles de asimilar pero que Simak encarga de concebir y definir con términos sencillos ya través de unos conductores que no nos sean extraños.
 
Y estos conductores son los perros. Y un robot.
 
El autor nos sorprende introduciéndonos en una historia contada desde un futuro remoto donde los perros son los dueños y señores de la Tierra y donde los humanos son una simple leyenda que se explica los cachorros. En cada cuento Simak introduce un prefacio donde se evidencia que los perros por un lado buscan la verdad sobre los tiempos remotos y su origen pero donde también cada vez más identifica al hombre como una invención que sus antepasados crearon para ayudar a establecer una base, un sistema de creencias que aferrarse cuando los miedos atacaran la estabilidad. Sin embargo, Simak también nos presenta una familia humana a través de los siglos que ayuda a dirigir la historia atada entre los relatos en forma de fix-up y que de paso es la clave para entender por qué los perros (y el robot) son el legado de una humanidad ya extinguida.
 
Los cuentos, pues, comienzan en un futuro no muy lejano donde dicha energía atómica permite a la humanidad desvincularse de un concepto que durante toda su historia ha estado presente y la ha ayudado a estructurarse y a evolucionar: la Ciudad. Ahora el hombre puede vivir a cientos de kilómetros de distancia e ir a trabajar y volver a casa con aviones espaciales que le otorgan una libertad individual que hasta hace poco le faltaba. Ya no tiene que vivir en un colectivo y puede realizar un sueño: El de la casita junto al río rodeada de naturaleza. Hay que decir que esta ilusión que promueve Simak con su primer cuento está definida bajo una perspectiva plenamente americana: Un territorio con inmensos espacios vacíos y naturaleza medio salvaje. Pienso que visto desde Europa o Asia, la idea de buscar el aislamiento sería un pensamiento bastante ridículo teniendo en cuenta el escaso terreno virgen existente y la presión demográfica.

Pero estos cambios tan repentinos en la tecnología que puede facilitar la vida a muchos también a la larga provocan traumas que afectan a la sociedad. Los inventos que rompen el status quo hacen que la ciudad muera como ente y no siempre es aceptado por todos, especialmente por los más mayores. Quizá actualmente los constantes cambios tecnológicos están a la orden del día pero a comienzos de los años 50 no. Pero Simak ya previó una cierta resistencia por parte de la sociedad:
 
"La mayor parte del resto del mundo está razonablemente bien ajustada y se ha sincronizado razonablemente bien con los tiempos presentes. Algunos se quejan un montón por los viejos tiempos, pero sólo lo hacen para llamar la atención. Sería imposible devolverlos a su antiguo estilo de vida "
 
Y poco a poco se nos van introduciendo términos derivados de este sueño dorado tanto típicamente americano y que en otros cuentos se van desarrollando. Ejemplos como la agorafobia verdad el aislamiento social, el uso de robots que ayudan en el hogar o las mutaciones en ciertos individuos que los hace especiales. Unos términos que me han vuelto a recordar al mismo Asimov de forma clara (en especial en obras como Bóvedas de acero, El sol desnudo o Fundación e imperio) y que me hacen preguntar hasta qué punto el buen doctor se inspiró con las ideas de Simak (o viceversa)
 
Simak también se atreve con los extraterrestres, y como no estos son marcianos. Pero a diferencia del talante de hoy en día que probablemente los definiría como belicosos, el autor nos presenta una sociedad que es amiga de la humanidad y que posee un potencial filosófico inalcanzable para los terrestres.
 
Poco a poco los relatos, como comentaba, se irán desahogando en el espacio y podremos comprobar historias cada vez más especulativas en torno a la colonización del sistema solar (por cierto que las aventuras en Júpiter son pura poesía descriptiva), y entrando ya de lleno en el sentido de la maravilla cuando el autor nos ofrece cuentos sobre inteligencia artificial, evolución de las sociedades o inmersión en nuevas dimensiones. Sí, os recuerdo que estamos a comienzos de los años 50... ¡es fantástico!
 
Quizás este término, "evolución de las sociedades" sea lo más firme y más importante de la presente obra porque el autor no sólo nos transmite una posible transformación de una sociedad (la humana), sino también de comunidades pequeñas que sigue un camino diferente y que a menudo deben aislarse para que nuestra sociedad no las contamine.
 
 Los robots que aparecen en la obra le sirven a Simak de una manera especial porque al tratarse de Inteligencias artificiales nunca olvidan y por tanto recuerdan la historia. Son escribientes del papel de la humanidad en este planeta nuestro, de su auge y también de su desaparición en favor a la comunidad canina. Este papel no sólo conductor sino a veces también decisivo me vuelve al pasado a rememorar nombres de androides como Daneel R. Olivaw o Giskard que en las novelas de Isaac Asimov también salvaguardaron la civilización humana (y en ese caso, a además, la empujaron a las estrellas).
 
Estas transformaciones sociales están tratadas con mucha ternura así como algunos personajes como Jeskins, el robot doméstico de la familia Webster. Y Sí, a veces resultan poco creíbles pero eso no nos importa especialmente porque nos hace soñar con un mundo radicalmente diferente de una manera cercana, acogedora. Simak nos aporta una obra llena de filosofía y madurez sin renunciar también a acusar al hombre como predador y peligroso tanto para él mismo como para cualquier comunidad. Y sí, la novela peca un poco de ingenua en algunas vertientes; y también se olvida de los marcianos y su cultura (uno de los puntos débiles) y apuesta por una evolución pacífica que quizás puede resultar poco creíble... ¿Y qué? No todo son guerras y matanzas, también nos podemos encontrar con obras magníficas que nos quieren mostrar las cosas bonitas de lo que es capaz la humanidad... o los perros.
 
Un clásico, pues, que me ha gustado mucho, quizá porque en su simplicidad de planteamientos esconde pasión y sentido de la maravilla y aquellas sensaciones que hicieron de la edad de oro una explosión imaginativa cuando parecía que todo estaba aún por escribir.
 
Una traducción espléndida por parte de Scheherezade Julià que nos acerca este primer volumen de la colección Trantor (toda una declaración de intenciones con este nombre) de la editorial Chronos, la que se formó a raíz de las conversaciones de unos cuantos fans que han permitido publicar por primera vez en catalán un autor como Clifford D. Simak.
 
Eloi Puig
07/02/2020

 

 

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