Pere Verdaguer es un completo desconocido para mí. No conocía
su obra, ni probablemente la hubiera conocido nunca si mi mujer
no me hubiera insistido en que leyera Àxon, una novela corta
que le impresionó en su adolescencia y que fue uno de sus
primeros contactos con la ciencia ficción.
Àxon nos cuenta la sorprendente historia de Lluís,
una joven profesor de instituto que de pronto un día observa
como el mundo a su alrededor se ralentiza: Pájaros que vuelan
poco a poco, conversaciones a cámara lenta
pero dónde
también ocurren otros hechos inexplicables en un entorno
de instituto privado y clerical.
Es un comienzo prometedor pero que el autor no sabe desarrollar.
El gran problema de esta novela corta es que Pere Verdaguer ha querido
presentar su obra bajo dos enfoques diferentes: El de la intriga
policiaca y el de la ciencia ficción dura. La cuestión
es que no se decanta por ninguno de los dos y acaba por no profundizar
en nada. También es verdad que las teorías que apunta
quedan resueltas pero sin atar todos los cabos. Algunos aspectos
se obvian al final del libro.
La novela tiene dos partes bien diferenciadas. Los primeros cuatro
capítulos son densos, lentos; en ellos se presenta un escenario
dónde se desarrollará una futura trama pero que sólo
apuntala brevemente el tema principal. El autor tiene tendencia
a irse por las ramas describiéndonos las biografías
de personajes secundarios, para que el lector tenga un abanico de
personajes sospechosos, el problema es que en aquel momento no son
sospechosos de nada y la lectura se hace flácida y aburrida.
Aun así, tras el capítulo cuatro, hay un cambio de
inflexión, Verdaguer escribe para ir al grano, se quiere
mover dentro la intriga policiaca mientras nos aporta mucha información
técnica sobre el fenómeno que da pie a la novela y
sobre la neurología -una información bastante densa
por el lector profano-. Una mezcla que no acaba de cuajar y que
desemboca en un final trepidante pero rápido y fácil
dónde las soluciones vienen envueltas en papel de regalo.
Mi opinión es que el libro hubiera ganado en consistencia
y tensión si este se hubiera narrado en primera persona.
Lo digo porque las experiencias traumáticas de nuestro profesor
se podían transmitir mejor si las explicaba él mismo
como por ejemplo se hace en novelas con una estructura parecida
como Muero por dentro o Flores para Algernon.
En definitiva, una idea muy interesante que se pierde paulativamente
en una intriga que no viene mucho al caso
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